Argentina debe ser Malvinas

Si la Humanidad se encontrara en un estado evolutivo diferente, más asociado al futuro que al pasado, en donde la Conciencia primara, y todas las inquietudes fueran creativas y vivenciales, sin duda deberíamos referirnos al 2 de abril de 1982 en los términos que lo hiciera el genio de Jorge Luis Borges: 

1982

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en
distintos países, cada uno provisto de lealtades,
de queridas memorias, de un pasado
sin duda heroico, de derechos, de agravios,
de una mitología peculiar, de próceres de
bronce, de aniversarios, de demagogos y de
símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos,
auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al
río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad
por la que caminó Father Brown.
Había estudiado castellano para leer
el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que
le había sido revelado en un aula
de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron
una sola vez cara a cara, en unas
islas demasiado famosas, y cada
uno de los dos fue Caín,
y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve
y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en
un tiempo que no podemos entender.

Sin embargo, aun auspiciamos que el planeta esté dividido en parcelas, y que la cartografía se imponga a un humanismo que debiera ser impenitente. 

Pero también es muy cierto que hoy, cualquier idea de unidad mundial, gobierno global, no tendría el aura de la convivencia fraterna, sino más bien el de la homogenización, el control, y una directiva uniforme liberticida.

Así es que somos argentinos. Por nacimiento. Por elección. Pese a todo. Debemos entender lo que eso significa. Tenemos que comprender que no puede ser sólo alentar a la selección de fútbol. De alguna manera, deberíamos hacer el esfuerzo por alcanzar, al menos en una escala mínima, el fervor de esos jóvenes y aquellos hombres que, ante el llamado de la Patria, pusieron el cuerpo. Y no cabe, ante este análisis, recordarnos que la orden la dio Galtieri, ni que la gesta ocultaba la desvergüenza de sostener una dictadura genocida.

Nosotros conectamos con la transparencia del grito patriótico de aquellas almas que se quedaron en las islas, las que pusieron fin a sus vidas en igual número por sus propias manos a consecuencia del horror vivido y nuestro destrato, y los que nos honran hoy en vida; aunque el estado argentino no les haya dado en el pasado lo que merecían, y estando muy lejos de conferirles aquello que merecen por tan noble epopeya. 

Malvinas expone lo peor y lo mejor de nosotros. Cúpulas militares que usurpaban el poder y mancharon el inalienable derecho argentino por las islas… pero todo ello queda de lado por el heroísmo de nuestros soldados que sólo lo inspiraba la bandera, nuestra cultura, aquella idea de sociedad que nos expresa y representa.

Es, en esa hidalguía, en esa entrega total sin miramientos ni cálculos, en donde encontraremos las respuestas de lo que somos como nación y, sobre todo, de lo que debemos hacer para construir un futuro.

Cuarenta y tres años después, flaco homenaje podemos hacerles a esos Titanes que se batieron contra la OTAN; es decir, contra la organización militar más importante y poderosa del planeta, al mostrarles, especialmente a los que ya no están, una Patria derruida, devastada por una herencia económica de ruina de los últimos cuarenta años que una nueva esperanza intenta zanjar. 

¿Qué le podemos mostrar a los Gigantes que combatieron en Malvinas que hicimos por la Nación que ellos defendieron hasta la muerte?

Cuarenta y tres años después, sólo nos queda mirar sus uniformes, sus rostros, sus vidas arrancadas para comprender la única agenda que tiene nuestro país: entregarlo todo, como ellos. 

Sólo la voluntad y participación en mayor o menor grado de los 45 millones de argentinos hará que tengamos alguna posibilidad de recuperar a la Patria.

Cuando observes a la casta política y sientas indignación: recuerda los rostros de los combatientes de Malvinas. 

Cuando creas que la única opción es Ezeiza: contempla esas caras juveniles pero aguerridas, cargadas de sueños, que postergaron todo en nombre de Argentina.

Cuando pienses que Argentina no te ofrece oportunidades, recuerda esa silueta de los que estuvieron en las trincheras.

No hacemos apología de la guerra, sino que encumbramos la acción y la entrega sublime de esos hombres.

Argentina siempre fue, es y será, la gloria de esos soldados. 

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