El país se encuentra en un momento decisivo, porque se empieza a definir el curso de la historia, a partir de las elecciones que convalidarán un rumbo o nos harán volver a retroceder.
El repudio al régimen político que era necesario gestar desde una nueva política, aquello de terminar con la CASTA, implica no solo acciones de gobierno que destraben la ingeniería de la corrupción, y los aparatos políticos desde el estado, sino que implicaba crear una nueva arma electoral capaz de asumir el desafío de terminar con las expresiones que llevaron a la decadencia y a la ruina a nuestro país.
La Libertad Avanza había sido un mero sello electoral, una entelequia, que cumplió con los objetivos formales que hicieron llegar a las ideas de la libertad al gobierno, pero que no tenía un formato delineado ni una estructura capaz de convocar a las mayorías para la participación política.
Y cuando se está en un estadio fundacional, a las fuerzas iniciales de cambio, hay que sumarle personas idóneas que puedan aportar experiencia de otras fuerzas políticas, de otras gestiones, teniendo criterios.
La tabula raza planteada tenía que ver con la convicción de que aquello que se postula para estos tiempos, apareció en un momento concreto de la historia, pero que existe una historia previa. El desafío era crear un instrumento que no tuviera los vicios del pasado y a la vez pudiera recoger las buenas experiencias pretéritas.
En el campo de la política, existe mucho el reciclaje, el cambio de ideas precipitado sin convicción, y el mercenarismo. ¿Cómo identificar a los que se suman a un nuevo proyecto político?
En principio, desde un simple diálogo, si se tiene percepción y capacidad de análisis se puede auscultar al interlocutor, se puede intuir que hay detrás de las palabras y la historia personal de por qué alguien desea participar de la política, o desde qué convencimiento fue parte de ella en el pasado.
Y también tiene que ver el encuadre ideológico, no es lo mismo sumar a personas que vinieron del radicalismo, del peronismo o del PRO. Implica un discernimiento muy esclarecido sopesar las intenciones y las convicciones de quien se suma a un proyecto que tiene a su cargo el gobierno y que a priori aparece atractivo por sus éxitos.
¿Tiene criterios la tabula rasa?
El nivel de internismo en la definición de las candidaturas pone en evidencia que realmente estar convencido de las ideas de la libertad no puede ser un mero acto declarativo. Implica una visión (verla), pero también una convicción (entender). Sumarse y seguir cualquier lineamiento ciertamente no aporta al conjunto. Y definir si se busca priorizar un criterio cuantitativo o cualitativo, no es un debate menor.
Si bien está más que claro que lo más importante es la cabeza, el liderazgo, y el rumbo que se tome desde este centro de decisiones políticas y de gestión, todos los engranajes que vienen en las segundas, terceras y cuartas líneas de una gestión, son personas a considerar muy bien, al que deben llegarle directivas claras.
Todo lo que hace al apoyo comunicacional, el sustento en las redes y a los medios de comunicación, también aportan al debate político en tiempos en que hay que dar una batalla cultural que abreva en tantos temas, mucho de ellos espinosos.
El eje pasa por pasar de un estado estalinista, que regulaba todos los aspectos de la vida de los argentinos, a una economía abierta que ofrezca más libertad a los ciudadanos en cuanto al respeto de su vida plena, su libertad individual y su derecho a la propiedad.
Pero la batalla no se agota ahí, el gobierno heredó una tónica totalitaria que reguló al estado, vinculado a los efectos de la infectadura del COVID, que dejó en claro que un estado de derecho puede convertirse en poco tiempo en un estado de excepción donde las libertades individuales estén condicionadas por determinadas políticas propias del país o de organizaciones transnacionales.
El ejemplo más alarmante es ahora las falsas denuncias de abuso sexual, pero especialmente el tratamiento que le da la justicia a estos procesos, donde queda abolida la presunción de inocencia, no se aplica el debido proceso y se lesionan de manera total el derecho a la defensa.
Por más que el poder ejecutivo impulse las ideas de la libertad, si el poder legislativo no termina con las leyes supremacistas de género, el cincuenta por ciento de la población estará en peligro.
No se puede proclamar la libertad si la justicia termina aboliendo los derechos y garantías constitucionales cuando se trata de casos de abuso. Y no existen libertades individuales si se suspenden los derechos y garantías en determinadas circunstancias, como le ocurrió a toda la sociedad durante la pandemia.
Esa amenaza o estado de excepción que el estado o parte de él (a partir de las leyes de género votadas por el congreso o el curso de los juicios de abuso en la justicia), de no ser revertidos, necesariamente repercutirán en la libertad económica, porque no puede existir libertades parciales o según las circunstancias.
La libertad es un concepto demasiado grande que se ha utilizado muchas veces con suma displicencia, pero es central para las sociedades abiertas, como señalaba Robert Nozick.
La creencia general, es que como se ha interrumpido la vida institucional en varias oportunidades de nuestra historia bajo golpes militares, esos son los momentos -lamentablemente numerosos- en los que no gozamos de libertad.
Sin embargo, los estragos económicos condicionaron nuestras vidas en cuanto a nuestras posibilidades de desarrollo individual, y la enorme emigración de jóvenes al extranjero, da cuenta de ello. Para que la libertad económica nos haga más libres y con mayores oportunidades, requerimos de las garantías y derechos constitucionales, puesto que, ante hechos no previstos, como la pandemia, esas mismas libertades pueden ser suprimidas, como ocurre en los procesos judiciales en las causas de abuso.
Revertir estas cuestiones y habilitar una sociedad abierta plena en sus derechos libertarios, implica una gestión activa y punzante, una batalla cultural que modifique el adoctrinamiento a la que se ha estado hace al menos ochenta años para justificar el fracaso, y a la vez una herramienta política eficaz para generar los anticuerpos necesarios a las previsibles reacciones reactivas.
Para eso se debe ser cada vez más amplio, convocar a todos los que verdaderamente estén comprometidos con el cambio que sólo será posible con el pleno ejercicio de la libertad porque estas, en ninguna circunstancia y para ningún ciudadano, son cercenadas.
Queremos decir que aquella enorme gesta de la generación del ochenta, que convirtió a un país de bárbaros en una potencia mundial tiene mucho para enseñarnos, como las reformar al régimen político que impulsó Leandro N. Alem.
Pese a la decadencia que experimentamos hace 100 años, siempre nuestro país tuvo una corriente libertaria, que supo comprender que las ideas de la libertad son la base para la búsqueda de la felicidad y para la convivencia armónica del país.
Hay que abrir las estructuras, sobre todo cuando son nuevas, a todos: al que nunca hizo política, como a aquellas personas íntegras que participaron de otras experiencias que, aunque no resultaron exitosas pudieron generar aprendizajes valorables.
Los conciliábulos son propios de la CASTA. La horizontalidad permite refrescar y concebir modelos políticos nuevos, proclives al cambio. Y estos modelos no excluyen los liderazgos; al contrario, facilitan ir a fondo en lo que se busca, y a la vez enriquecerlo con el debate y el aporte de todos los que verdaderamente impulsan la libertad.
Como alguien que hace política desde hace más de treinta años, aspiro a que, a la suma de todos aquellos que buscamos el cambio y el ejercicio irrestricto de la libertad en todos los niveles, podamos encontrar en LLA un espacio y las herramientas para construir el país que queremos y nos merecemos.
ALFREDO ZALDIVAR
Ágora de la Libertad





