¿Cuál fue el plan cuando gobernaron y que piensan hacer si confirman que no volverán al poder?
En el último gobierno kirchnerista se intentó eliminar a la CLASE MEDIA, generando un amasamiento social cubanizado en el cual exista un 80 % de pobres “dignos” (según la doctrina social de la iglesia que nutre al kirchnerismo y que es el basamento de la visión del fallecido Papa Francisco, para asegurar de esta forma la continuidad electoral permanente de la razón populista -inspirada en Laclau- que es, en la práctica, un neomarxismo funcional que pretende instalar un salario universal de mera supervivencia en los cánones de la agenda 2030/45, que predica: “no tendrás nada pero serás feliz.
Año 2020 y de sus muchas pandemias.
Impuestazo a la Clase Media como ensayo de su exterminación
Muchos consideraron que el “plan” urdido por el gobierno de Alverso Fernández y la triple condenada y presidiaria, respondía al habitual pragmatismo del kirchnerismo de golpear a los sectores sociales que no los votan ni los acompañan, para empoderar y traspasar ingresos a los sectores marginales que son su base de sustentación. Esta fue una lectura muy ingenua de lo que gestaron en ese gobierno estalinista y corrupto: una radicalización del kirchnerismo camporista devenido en neomarxismo funcional.
Hubo un plan sistemático que puso a prueba la tolerancia de la clase media para medir su reacción, ya que el impuestazo y posteriormente la infectadura del COVID, fue el primer paso de un conjunto de medidas que diezmaron a la clase media, aún con mayor impacto que en la crisis del 2001, para desarticularla políticamente y garantizar la extensión ad infinitum de los sectores sociales bajos permeables y manipulables a la ideologización de la tendencia camporista.
De esta manera, se llevó a cabo un despojo recurrente de ingresos, para terminar con el acceder a propiedades (casa, auto, etc.), y luego terminar con la propiedad privada, que suponía terminar con el ahorro (buscando una desdolarización) a partir de una inflación galopante que impidiera retener pesos a la vez que se impedía la compra de dólares, anulando toda capacidad de conservación de caudales, afectándolos psicológicamente al exponerlos a la subsistencia.
Sin importar cualquier proyecto aspiracional, hacer de toda la clase media, una clase baja, nuevos pobres, pero una suerte de “pobreza digna”, como evangeliza la Iglesia Católica con su doctrina social, tan avalada y promovida por el fallecido Papa Francisco.
Conurbanización de todos los centros urbanos más importantes del país.
El Triunfo del Frente con Todos, fue sin lugar a dudas asegurado por el voto del conurbano bonaerense. El objetivo de la tendencia camporista, fue desarticular los centros urbanos y empobrecerlos. El ejemplo más claro de esa intención fue la ciudad de Rosario, en donde el flagelo del narcotráfico (no combatido e incluso consentido e integrado por muchos dirigentes kirchneristas), hicieron estragos en la masa social y garantizaron una precarización que convirtió a una ciudad extraordinaria llena de cultura, en una miasma de marginación social. Esto se observó en el crecimiento exponencial de sus villas, fenómeno que no puede eludir ni siquiera la ciudad de Buenos Aires a la que, pese a aportar el 25 % de la coparticipación, se le redujo su ingreso coparticipable del 3,5 % a menos del 2 %. Esa quita buscaba evitar la urbanización de las villas que venía realizando el gobierno de la ciudad (ejemplo peligroso para el plan de conurbanización de las mayores ciudades del país que buscaba la tendencia camporista), y ampliar los espacios de pobreza y carencia en la ciudad principal y más paradigmática, como ejemplo de la aceptación de la precariedad, logrando así extenderla a los principales centros urbanos del país como se pretendía.
Cubanización social de la Argentina
El deterioro de los niveles de ingreso, la cotización exorbitante del dólar en el gobierno kirchnerista, el cierre total de las importaciones, y el subsidio a la patria contratista seudo industrial, sumado al modelo expropiador del campo para evitar el desarrollo estratégico del sector concebido como agro-industria, iba a dar el golpe final a la precarización angoleña que terminaría con el acceso a los bienes simbólicos más característicos de la clase media, arrasada por los impuestos más regresivos para provocar un “derrame” en los sectores marginales.
El tratamiento que se le dio a la clase pasiva, es la muestra de lo que se buscaba con todo el espectro social: los jubilados con ingresos “altos” fueron congelados, y los de ingresos más bajos se bonificaron, especialmente los tres millones que lograron su jubilación sin aportes y deben tal “inclusión” a la medida del populismo kirchnerista.
Podría decirse que las acciones obradas para todo el espectro jubilatorio, es un ejemplo cabal de las medidas macroeconómicas que se realizaron para un nuevo diseño de la distribución del ingreso, que drenó fondos a los sectores más bajos y marginales de la economía (a los que se les puede capturar el voto más fácilmente), en detrimento de los sectores medios políticamente más independientes, que en la práctica se buscaba que fueran convertidos en “pobres dignos”, con la ilusión de que seguirían siendo una clase media, aunque baja.
De esta forma, se buscaba anular el peso político de la clase media -hoy decisiva en el resultado de las elecciones-, para que se diluyera en un proletariado sin capacidad de análisis político, fácilmente manipulable que, a partir de prebendas y “derrames” menores, sería captada por el neomarxismo de la tendencia camporista.
Expropiaciones selectivas y precarización económica que llevarían a la pérdida del concepto propiedad.
Vicentín fue un tanteo, pero la reacción de la sociedad neutralizó el intento. De no haber existido esta respuesta, habría sido la primera de una larga lista de expropiaciones al estilo venezolano y cubano.
Los impuestos implementados fueron en sí mismos confiscatorios, como ocurrió en 2008 con el campo, pero que en 2020 se extiendió a la clase media. El objetivo del impuestazo inmobiliario provocado por el mayor exponente del neomarxismo, el gobernador soviético Axel Kicillof, de más del 75 % en el ABL, no tuvo como fin excluyente la recaudación, sino que, con el incremento de los demás impuestos, hiciera inviable que alguien de la clase media pudiera mantener un inmueble adicional al que vive y deje de ser propietario. Así, los departamentos de veraneo en la costa, alguna casa quinta, y demás valores, serían imposible de mantener; y eso, psicológicamente, buscaba asociar a los sectores medios con los desposeídos para cambiar su mentalidad, pudiendo ser blanco del proceso ideologizador del neomarxismo camporista.
El estado no se expondría buscando expropiar sus propiedades, simplemente haría inviable e imposible su manutención. Se generarían así, grandes deudas de impuestos, y eso provocaría inevitablemente remates. El estado no iba a expropiar, simplemente remataría a los deudores.
Crecimiento exponencial y masificación de los planes sociales
El constante deterioro de los ingresos, el amancebamiento social por los despojos a la clase media que promovía la tendencia camporista, crearía un sistema de ampliación de planes y subsidios mayúsculos, aún más numerosos a los obrados en los primeros doce años de populismo. De hecho, la plandemia del COVID, creó nuevos subsidios para más de nueve millones de personas: un verdadero ensayo del salario universal.
De esta manera, el estado lograría una participación directa en todos los estratos sociales, y los sectores de mayores ingresos, dejarían de ser una amenaza pues constituyen una reducida minoría -que sería demonizada aún más, si cabe-, por la ideologización del neomarxismo camporista.
Por supuesto que la intención no era hablar de clases sociales ni de proletariado, como el mismo sistema neolenguístico como se indicó anteriormente respecto a las expropiaciones, pero se intentó crear una maquinaria goebbeliana que convirtiera en traidores a la patria a todos aquellos que no adhirieran al proceso de solidaridad bajo el concepto de que la Patria es el otro.
Todo lo que no era visto como un bien social, fue demonizado, especialmente bajo la vigilancia estalinista durante el COVID.
El individualismo y toda pretensión de progreso o ascenso social fue rotulado de neoliberalismo cultural, y de ideología asocial anti derechos.
Destrucción del poder judicial, última barrera para la cubanización total de la Argentina
Otra ingenuidad del ataque hacia la justicia por parte del gobierno kirchnerista, fue interpretarla como una acción tendiente a liberar a los funcionarios kirchneristas por sus desfalcos de las arcas del estado. Eso va de suyo, pero el objetivo final es destruir toda barrera para entronizar las medidas descritas anteriormente. La justicia popular de Mempo Giardinelli cometió el error de nombrar sin ambages lo que se proyectaba. La neolengua de la tendencia kirchnerista, buscaba crear un nuevo relato en el cual se afirmó que en la cárcel sólo están los pobres, y que por lo tanto esta justicia -burguesa, aunque sin utilizar este término- es antisocial, vetusta, e ineficiente. Con la excusa de la superpoblación de las cárceles y la pandemia del COVID se libró a muchos condenados igual que el 25 de mayo de 1973, acto inaugural del gobierno de Cámpora al que reivindican, en una suerte de amnistía general necesaria para afirmar la “cultura” tumbera que impulsan y adoptan como forma de vida.
Es que la sustentación de un estado corrupto sólo se logra con una hegemonización absolutoria cultural, que permita un entendimiento de que no existirá ninguna restricción criminal, lo cual facilita el conflicto social que tanto justifica la acción indiscriminada del estado, tanto en las dictaduras fascistas como en las estalinistas.
Con el argumento de que el pueblo es soberano, y la justicia una casta monárquica que no se ocupa del pueblo y se rige por sí misma, además de ser anquilosada, retrógrada, sin perspectiva solidaria, y con grandes deficiencias; la solución que se buscó, fue que el pueblo votara en forma directa a los magistrados, creándose muchos más juzgados para implementar un orden jurídico “popular”.
Sin que este esquema tenga muchas diferencias a lo concebido en la época del “terror” de la revolución francesa, el sistema estaría especialmente ideado para intimidar a cualquiera que se opusiera al esquema de neomarxismo y cubanización. Las causas de abuso, tan en boga aún hoy, sería un mecanismo de control social, y las acusaciones servirían para atacar a opositores e incluso servirá para depurar las propias filas del Frente con Todos, en detrimento de los sectores peronistas más doctrinarios, y que fueran quedando solamente dirigentes de los sectores de la tendencia camporista. El nuevo aparato legal se constituiría en la base de la entronización del modelo neomarxista, y la maquinaria de intimidación más poderosa para doblegar toda oposición y especialmente a los medios de comunicación independientes.
No se impulsarían acto alguno de censura, ni uso de la fuerza. El aparato legal renovado por el voto, generaría las causas necesarias para que la justicia popular convierta en un “desaparecido social” a todo aquel que, desde cualquier expresión, atente contra el modelo neomarxista solidario.
Aterra recordar como se buscó, en los años kirchneristas, implementar estas ideas, especialmente en su última tentativa, en la gestión de 2019 al año 2023. Y lo que pudo ocurrir. Pero el gran Pueblo Argentino resistió, y construyó una nueva esperanza democrática centrada en la libertad.
Pero es menester advertir que este plan pudo no haberse implementado, pero no significa que sus autores no estén agazapados para hacerlo realidad en la primera oportunidad que tengan. Por eso están tan desesperados por volver, por eso buscan la desestabilización del gobierno de Javier Milei. Este golpismo funcional propio de su concepción guerrillera y montonera, busaca desestabilizar primero el plan económico, votando leyes populistas en el congreso a los efectos de destruir el equilibrio fiscal, columna vertebral del plan económico. Pero luego se buscará la desestabilización política, a través de la movilización.
Como siempre tantean el terreno, usando a la colectora del kirchnerismo que es la izquierda de Miriam Bregman, entre otros. Luego harán jugadas que serán muy semejantes al episodio de las 14 toneladas en el gobierno de Macri.
En realidad, el resultado de las elecciones definirá su plan de acción: si las ganaran, cosa poco probable, o si las perdieran por un margen pequeño, lo cual no descartaría por completo su vuelta al gobierno por la vía electoral, eso tranquilizará los ánimos haciéndolos actuar con un grado de desestabilización moderado más tendiente a hacer fracasar al gobierno en su gestión, que promover su directa caída, aunque esto nunca está descartado.
Lo realmente peligroso se daría en el caso de que la libertad arrasara, y el gobierno se alzara con una aplastante victoria que le diera al camporismo, la perspectiva de hacer imposible su vuelta por la vía electoral. Es, en este caso, cuando el camporismo se convertiría en una fuerza insurgente, en donde ya no tendría importancia el juego electoral e institucional.
La violencia desatada contra el diputado Espert, la agresión a la señal televisiva TN, entre otros medios, apenas si son la punta del iceberg de lo que podría proponerse esta fuerza de raigambre guerrillera e ideológicamente emparentada a la ideología montonera.
No es un hecho menor, que hayan cambiado el nombre de Unión por la Patria, a FUERZA Patria. Se trata de remarcar que la actitud del neomarxismo kirchnerista desde ahora se centrará en la FUERZA, en una actitud que ya no reconocerá a los encuadres institucionales como límite de su acción.
En más de un sentido es volver a la esencia movimientista falangista del primer peronismo: para esta concepción, la vía democrática es un medio, pero nunca un fin o algo en lo que se crea. La única creencia es el poder, por eso las referencias a la resistencia peronista desde la prisión de Cristina Kirchner, por eso amagar con “quilombo que se va a armar” si se la somete a un régimen carcelario y no se le conceden privilegios que conviertan su condena en algo meramente formal.
Así siempre fue el peronismo: sin ellos no hay patria. Sin ellos el que gobierna es una dictadura. Sin ellos el pueblo no gobierna. Y eso, como en toda su historia significa que por la vía electoral o por la violencia, el peronismo está llamado a gobernar, porque es el único que puede hacerlo, de eso ellos siempre se encargaron de dejarlo en claro con la diatriba y con la acción.





