Estamos ante el nacimiento de un mito.
Presenciamos la resiliencia de un verdadero héroe moderno.
Contemplamos una fuerza de la naturaleza.
Todos los medios de desinformación masiva, en sus pretendidos análisis de intelectualidad aspiracional, atribuirán el triunfo de Donald Trump, a la mala economía en los Estados Unidos, al problema de la inmigración, y a los desatinos de la campaña demócrata y su candidata.
En más de un sentido, las fuerzas reactivas que lo combatieron y seguirán haciéndolo, buscarán minimizar o ubicar la proeza de Trump en los cánones de lo tangencial, de un golpe de suerte, cuando no a sus artimañas, a supuestas habilidades para hipnotizar o decantar populismo de derecha.
Pocos podrán ponderar este hito viviente que iguala a Donald Trump con los héroes de la antigüedad, aquellos sometidos a adversidades enormes e indecibles, y que las superaron como Hércules a las doce pruebas.
Descender de las cimas del poder en circunstancias por lo menos dudosas, en cuanto a la transparencia electoral de ciertos estados en la elección presidencial de 2020, el ataque sistémico sufrido por él del terrorismo mediático, las operaciones encubiertas del 6 de enero de 2021, el escarnio público por acusaciones judiciales sin sustento, la traición de varios colaboradores, y la supervivencia de al menos dos intentos de magnicidio.
Trump supero cada una de estas pruebas, descriptas en forma sucinta, pero que no esconden las decenas de situaciones adversas para alguien a quien un aparato formidable, que sería muy complejo y arduo describir, lo encontraron en la templanza y la convicción de su victoria. Trump tenía la certeza de que era un destino.
Su formidable recuperación, el curso de sus propios méritos, y la no necesidad de preocuparse por un nuevo mandato, abren la oportunidad cierta y concreta de una presidencia histórica.
Trump hizo, y seguirá haciendo, historia.
Tenemos el privilegio de vivir tiempos extraordinarios, en donde no sólo podemos imaginar las más altas aspiraciones e incluso soñar, sino también en convertirnos en voluntad de acción, agentes del cambio.
La Argentina en su hora, necesita como inspiración para salir de su permanente decadencia, el derrotero de Trump. Esa energía inagotable, esa fuerza de la naturaleza, es la única que puede operar el cambio que necesita nuestro país.
Y aquí es cuando debemos entender que la historia, pocas veces, dispensa sus gracias; y es este pueblo, esta nación, los argentinos, los que requeríamos recuperar la antorcha de nuestro destino histórico.
Y es cuando más hay que internalizar que, en nuestro propio país, en estas latitudes, existe Alguien con su propio estilo, pero con las mismas virtudes.
El único parangón de liderazgo con el de Donald Trump, a no dudarlo, es el de Javier Milei.
Son las figuras que nos hacen sentir que el mundo puede ser mejor. Son aquellos que nos contagian su Luz para hacernos sentir la certeza de que todo es posible.
Si, hay ciertos liderazgos que aparecen cada cien años, que emergen por una voluntad subterránea de grandeza, como el magma de los volcanes.
Es la hora nuestra.
Es la Argentina recuperando su destino de grandeza, como Donald Trump en su heroica agenda.
Es la convicción de que esta vez, Alguien, en verdad va a cumplir nuestro sueño argentino, como Donald Trump les devolvió el sueño americano a los estadounidenses.





